Exclusiva: Nupcias de Isabel y Philip (4)

Por cuarto año consecutivo hemos empleado nuestra tecnología de viaje transtemporal  para continuar nuestro reportaje del casamiento de Isabel II de Inglaterra, esta vez de 00:00 a 06:00 de la madrugada. Si el año pasado cubrimos el convite, este cubriremos la noche de bodas. Llegamos a la misma cámara nupcial con tiempo, antes de que lo hicieran los novios, propiciándonos un lugar privilegiado para el papparizzeo, y sobre ello escribimos un poema:

Eh, tíos, venid todos a mirar esta velada
habitación donde Philip e Isabel acostada
llevan desde la media noche a aquí en el tálamo.

Os lo juro que allí estamos (no he fumado cáñamo)
ocultos tras gruesas cortinas cual Polonio
en la cámara nupcial transmitendo el bodorrio
sin miedo a puñaladas, con coraza de zirconio.

Cómo retruena el novio, feroz plesiosauro,
indigestada ha la noche como al minotauro,
que no puede masticar con dentadura bovina
y traga entera la carne del homo y la homina
y por dolor y mal aliento rabia y truena.

Pero en este caso es que la novia duerme serena.
Cual Madotsuki, protagonista de Yume Nikki,
sueña tranquila y despreocupada del quiqui.
Aburrida está ya de su marido incompetente.
Nada la perturba, ni su cónyuge rugiente
ni su padre, que con estrépito, entra de repente.

«¿Qué es esta zozobra? ¿Qué son este alboroto y agobio?
Grandes chillidos se oyen, pero son del novio.
Como señor del arte oscura, exijo explicación.
¿Dónde está de los recién casados la pasión?
¿Qué se ha hecho del cariño, el amor y el arrobo?
Entro dentro y ahí te encuentro; hecho un algarrobo.
Échate en la cama y seguro que la enamoras.
Cuando yo casé con, aquí presente, mi señora,
no la dejé descansar tranquila ni una hora.
Mas si en burlarte y deshonrarme te acogotas
yo te juro que saldrás daquí con las piernas rotas».

«¡No habrá tal, siervo luciferino, vil nigromante!»
Exclama una voz desde la puerta, resonante.
«¡Mientras sus fieles amigos se pongan por delante!».

Entra el padrino humano, liderando los esfuerzos,
de los compis del novio y estrípers de refuerzos.
Algunos acuden al combate, a la algarabía.
Otros solo quieren ver si se unen a la orgía.
De los últimos va el colega nazi de Philip
que parece que al final si ha podido venir.

El novio es un pozo de irritación que desborda
se rompe la íntima presa, su vergüenza lo ahoga.
«¡Largo! ¡Fuera de aquí todo el mundo ahora!», aboga.

No se ha percatado aún el pobre desgraciado
que gritar y rabiar no soluciona demasiado.
En cualquier caso empeora, así que tened cuidado
a no ser que queráis acabar como acabó él
atrayendo con gritos de iracundo bedel
una horda de no muertos, zombis a tutiplén.
Ante ellos corrían henchidas de pavor
como ante el lobo corren ovejas sin pastor
despavoridas, aturdidas, las damas de honor.

Se arma junto al tálamo barullo de mil insectos
los jóvenes rompen botellas contra los infectos
cráneos de los siervos del resucitador
trastocado, vengativo y de violento ardor.
No cesan de llegar allí más contendientes
atraídos por el tumulto de batalla ardiente.
Vienen de los zombis los videntes testigos.
El restaurador del convite cruza el postigo,
que quiere que sepan lo que vale en su tierra un higo.

¿Qué héroe irá a deshacer ese nudo gordiano?
Se enzarzan todos, dándose con una y otra mano.
Ya no distingo bandos en la confusa melé
incluso me ha parecido ver a Pelé
usando en diestra manera su balón como arma
como si se creyese ahora un segundo Wakka.
Se agitan lanzas tremendas, se mueven fieros penachos,
se aprestan todos a morir con el diente en el labio.

Viendo el panorama buscamos huir sin mucho trabajo
cuando resuenan fuera ladridos tremebundos
y las ventanas explotan con gran retumbo
cuando una flotilla de voladores DeLoreans
irrumpen, justo a tiempo pues de eso se glorian.
Y del pasillo surge un tumulto de cien sabuesos.
Eso no lo esperábamos, tíos, lo confieso;
ver cómo los perros, raudos como un hueso,
acomodan a todos por fuerza en los respaldos
de los asientos, dejándolos a buen recaudo.
A todos excepto al paupérrimo Bencesvaldo,
que se equivocó, el malhadado, de casamiento.
Los canes se van, dejando atras solo el aliento,
los DeLoreans desaparecen sin dejar ni eso.

La novia duerme aún en su lecho acolchado.
¿Cómo es posible que nada la haya despertado?
Y creo que no erro al preguntar, ¿qué coño ha pasado?

INTERMEDIO

Tres segundos son pasados de los sabuesos
del vuelo raudo de las máquinas del tiempo
un, dos, tres de aquel teatro de desconciertos.
Pero ahí está, repetido a escala centésima,
ha vuelto solo una de las máquinas celebérrimas
y de ella emerge un encuentro en tercera fase:
Spencer Cubo de Basura, y el padrino, can con clase.

«Nadie podrá —ladra— el apocalipsis detener
ahora. Pero, ¿dónde los mandaste? Cuéntame».

Se echan junto a la cama, flanqueando a la novia
aún dormida, con singular arremetida.

«Antes de felicitaré por tu ingenioso plan
crear el armagedón con un bucle temporal
para luego muchas cosas guays amasar
que poder vender caras cuando haya carestía.
Es tu mente mafiosa en grado retorcida».

«Deja los halagos. ¿Dónde fue el novio irritado?».

«Mandelo a una noche de bodas del pasado
pues dijo que se había quedado a medias
y quería una golfilla que se abriese de piernas.
Allí lo dejé a oscuras con su joven madre
y, rápido semental, se hizo su propio padre.
Lástima que llegase luego el novio, acalorado
y, aunque entre las cortinas fue ocultado,
fue descubierto y recibió un puñal afilado.

Como ríen los dos malditos su invención
mientras a nosotros nos recorre un frío sudor.

«A los pútridos zombis los dejé hace dos días.
Con la pasta que saqué en Bollywood compré judías.

Al padre de ella lo mandé a su tierna infancia
donde podrá enseñarse a sí mismo la nigromancia.

A la madre, que no paraba de coquetear
con el follaviejas, el tal Herbert Maleman,
dejelos por ahí a ambos, que me iban a agobiar.
Y, cuando fuera que fuese, quedo preñada
del tío guaperas, sin sospecharlo ni nada.
Pues en lugar de usar, como dijo, protección
le dejó dentro a nuestro amigo el restaurador.

El mismo se limitó a retomar su profesión
y con duro cariño se acogió de pinche
para enseñarse el oficio del que gorro ciñe».

Las patas del Padrino son serpientes marinas
al agitarse rientes en su cuerpo bocarriba.

«Goof, goof, goof, goof, goof, goof, goof, goof, goof, goof, goof, goof, goof».
Manifestó el Padrino que traducido es… uf…
algo así como que qué pasó con Disco Stan.
Y en responder Spencer no se hace nunca de rogar.

«Dejelo un siglo atrás, pues me pidió que lo llevase
adelante a un tiempo donde el disco aún se llevase.
Fue una pena que tanta prisa llevase.
Pero él insistió en bailar su música disco
y por romper con las tendencias de aquel siglo
acabó ignorado y en arresto domiciliario
donde escribió canciones que en los próximos cien años
serán todas las que sin parar sonarán
creando así el canon musical occidental».

«Lol», señala ridente y agradado el Padrino.

«A las bellas estrípers y amigos del novio
mandelos por parejas a que hicieran matrimonio.
Y con el tiempo alumbrarán a zombis y testigos.
Te lo digo yo, tío, que el tiempo es lo mío.

Carlitos, de tan cumplida ortografía el zagal,
lo mandé en el tiempo mucho, mucho más atrás
tanto que construirá la propia catedral
cuando hombre santo sea, de nombre san Carl».

«Ja. Compañero, solo preguntarte me da horror,
¿mas sabes qué se hizo de las damas de honor?».

«Te aseguro que eso es lo mejor, compadrino
Mas me temo que era Salpicadura el sino
de la primera y nada se pudo hacer salvo
dejarla tirada y que muriera en el pasado.
Pero la segunda terminó en la Alemania
donde tuvo churumbeles en abundancia
especialmente uno, que era del novio amigo,
y un nacional socialista como la copa ‘ un pino».

«¿Y eliminaste a todos todos los recuerdos?
No vaya a ser… Por seguridad te lo recuerdo».
«Tranquilo, ni un solo resquicio en sus mentes queda
usé mi muy fiel revólver para la tarea».
«Permíteme que lo dude, lo digo sin maldad».
«¿Cómo dices? No puede ser eso verdad».
«Cierto es, olvidamos al pobre Bencesvaldo
que ahí está, el chiquillo, encogido y aterrado.
Te diré qué haremos: borra todo lo que ha escuchado
y que pretenda ser el príncipe asesinado».

Cómo ríen ambos los dos, sin poder parar,
gozando sobre manera en su propia maldad.
Yo me marché de allí, ligero en escapar.

Cuando cansados volvimos por fin a nuestra época
redacté de cuanto vi esa nocte horribile esta égloga
que es un epitalamio, ¿pero a quién le importa?

La cuestión es que esos dos manejan un plan maligno
pretenden forzar grietas en el espacio-tiempo
para llenarlas con mortífero plutonio.
Alerten a sus familias del verde liquidillo
creedme, que sé de lo que os hablo, pardillos.
La sima más profunda no será evitada
ni será refugio la cima más elevada.
¡El apocalipsis! ¡Toda la tierra arrasada!
(A largo plazo).

El año que viene, por no perder la costumbre, volveremos a la franja horaria de 06:00 a 12:00pm. Nos vemos entonces.

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