Monifate Respuestas 8

1os3b4 nos pregunta:

Hola, Monifate, he visto que le estáis dedicando este mes al Antiguo Egipto, así que quiero que me aclaréis una cosa: ¿por qué es en Egipto donde está la acción?

En efecto es de todos es bien sabido que Egipto es donde está la acción. Los fans de la serie de anime Yu-gi-oh! ya deben tener un buen conocimiento de esto, pero aun con todo el Antiguo Egipto sigue teniendo elementos fascinantes que pueden ser interesantes incluso para los más versados en la cantidad de acción que estaba en este imperio de la Antigüedad. Así pues hoy en Monifate Respuestas, gracias a la pregunta de nuestro amigo 1os3b4 nos proponemos, de modo divulgativo, señalar algunas de las principales razones por las cuales puede encontrarse allí la acción, en ningún orden en particular.

Número uno: momias con exoesqueletos de oro.

Sí, momias, esas cosas hechas de vendas con un tío muerto dentro. En el antiguo Egipto solían conservarlas con sus ajuares funerarios lo que frecuentemente incluía un exoesqueleto robótico fabricado totalmente en oro (como han demostrado recientes estudios, Egipto no es solo el lugar donde está la acción, sino también exageradamente pimp). Con estos aparejos las momias lo bastante acaudaladas podían moverse por sí mismas para atacar a potenciales saqueadores y destruirlos con sus potentes miembros resecos. Los arqueólogos sospechan que en realidad la momia no controlaba el exoesqueleto, sino que era una IA la que movía un cadáver embalsamado como si estuviera vivo, pero dado que es imposible acceder a una que todavía esté en funcionamiento (lo cual significa un permanente modo matar), es probable que nunca lo sepamos conseguridad.

Número dos: hipopótamos en llamas

Nos figuramos que ya conoces a los hipopótamos, los herbívoros más peligrosos de este planeta y una de las cosas con las cuales no os gustaría encontrarte a solas (si por algún motivo crees que son criaturas pacíficas e inofensivas, te recomendamos hacer una búsqueda de google sobre el tema). Ahora imagínate a un macho adulto, de varias toneladas de pura muerte persiguiéndote mientras está en llamas. Los hipopótamos de combate flamígeros eran la primera línea de defensa del ejército del Antiguo Egipto, y probablemente una de las causas de que fueran una civilización tan próspera. A día de hoy aún pueden verse hipopótamos en llamas en las orillas del Nilo, pero esto probablemente se deba a que los animales se prendan fuego a sí mismos para ser más letales y defender más eficientemente su territorio. Cómo no se queman con su propio fuego o se apagan al meterse en el río es todavía un misterio.

Número tres: combate espacial.

Los egipcios usaban toda clase de armas orbitales (ya fuera mediante naves, satélites o disparos directamente desde la superficie) para alejar a la inmensa cantidad de promotores inmobiliarios alienígenas que no paraban de intentar convencer a los faraones de que recalificaran grandes extensiones de la llanura fértil del Nilo para construir monumentos con los que dar que hablar al Canal Historia. Naturalmente la respuesta de los faraones fue que los mataran a todos, en el mejor de los casos, con fuego. Tales sucesos fueron registrados por escribas borrachos dando lugar a que, siglos más tarde, estas escaramuzas siderales fueran confundidas con ataques de invasores del mar.

Número cuatro: cobraloncesto

El cobraloncesto es un deporte creado y popularizado por Ajenatón (como revelan numerosas canchas descubiertas en Amarna) y que está siendo recuperado a día de hoy por la Asociación Egipcia de Cobras. En este juego, dos equipos (uno compuesto por cobras y otro por humanos) tratan de encestar un balón el mayor número de veces posible en la canasta rival (que suele ser un canasto de esos de abandonar recién nacidos, como el de Moisés). Las cobras tienen derecho (y obligación moral) de morder y matar a todos los participantes humanos (a los que no se les facilitará asistencia médica de ningún tipo). Los humanos, por su parte, serán ejecutados si atacan a algún miembro del equipo de las cobras, aunque sea en defensa personal. En el hipotético caso de que quede algún humano vivo cuando la mangosta consigue salir de su jaula (lo cual marca el final del partido), su premio será una cena romántica con la cobra que elija. Los faraones favorecieron este deporte en buena medida como un excelente medio para controlar la población de idiotas.

Número cinco: palos propulsados por el Nilo

Es bien sabido que la principal fuente de energía en el Antiguo Egipto era el palo propulsado por Nilo. Dado que nunca se quedaban sin Nilo, se postula que fueron las primeras máquinas de movimiento perpetuo de la historia, si bien esto es solo una teoría dado que no se tiene registro de cómo eran fabricados y solo se sabe de su existencia por representaciones artísticas y referencias de escribas. Probablemente estos palos obtendrían tanta energía del Nilo que podían ser usados para mover máquinas muy grandes que más tardes eran probablemente usadas para producir más Nilo que moviera más palos. A menudo el sabio Imhotep rellenaba el mínimo de palabras de sus artículos al respecto con las palabras “joróbate, termodinámica” escritas una y otra y otra vez.

Número seis: las pirámides estaban hechas de fuego y sangre

Todo el mundo conoce las pirámides de Egipto, pero muchos ignoran que su apariencia actual tiene poco que ver con cómo lucían cuando estaban recién construidas. Según tratados de arquitectura de la época, la capa externa de las pirámides estaba hecha de sangre (probablemente extraída de judíos que no se fiaban de que Moisés fuese a dejar el paso entre las aguas abierto para cuando pasaran) y fuego. El método que usaban para que la sangre no se quemara y el fuego no se extinguiera se ha perdido con el paso de los siglos, pero es bastante probable que la sangre sirviese como combustible para el fuego y este a su vez avivara la sangre de algún modo. Naturalmente, tras el colapso de esta civilización y en ausencia de médicos y pirómanos que mantuviesen el justo equilibrio entre sangre y fuego, las llamas y la sangre han ido desapareciendo de la superficie de las pirámides dejando atrás la apariencia pétrea a la que estamos acostumbrados. Se estudia la relación entre este sistema de decoración y las tormentas de fuego y condenación abundantes en la zona.

Número siete: guerra de maldiciones

Es ampliamente conocido el uso extensivo de maldiciones en las tumbas egipcias. Probablemente muchos crean que se debía a la necesidad de añadir protección extra a los restos y posesiones ultraterrenas del difunto, pero ciertamente su función era bien distinta. En tiempos de guerra en su propia tierra el principal objetivo estratégico de los egipcios sería hacer que los enemigos entraran inadvertidamente en tumbas malditas para hacerlos así presa de la ira de los dioses y facilitando su derrota. Por ello la localización de las tumbas era escogida con cuidado para que estuvieran bien ocultas al tiempo que fueran fácilmente accesibles, si bien esta última característica se ha perdido con el paso de los siglos, después de que esta táctica militar quedara obsoleta en favor de los lanzallamas. No obstante, se conoce que sitios con especial afluencia de tumbas como el Valle de los Reyes, eran el campo de minas de la antigüedad.

Número ocho: las piernas de Ozymandias

Es posible que conozcáis el poema “Ozymandias” , que habla sobre una estatua de Ramsés II de la que solo quedan las piernas y sirve como una alusión a la caída de las civilizaciones y el paso del tiempo. Lo que no se suele divulgar por algún motivo es que en realidad la estatua estaba completa, eran solo las piernas; y que en realidad no representaba a Ramsés II, sinó a un monstruo compuesto por dos piernas gigantes al que se solía llamar Ozymandias, que en su idioma original significa “dos jodidas piernas enormes” (O es “dos” y Zymandias “piernas jodidamente enormes”). Ozymandias era un ciuadadano ejemplar de Egipto y uno de los sistemas de seguridad más efectivos de la historia, protegiendo la capital del Imperio Egipcio dando fuertes patadas en el trasero a todos aquellos que se acercaran sin autorización. Tras su muerte, se hizo una estatua a su imagen y semejanza en su honor, y con el paso de los siglos se acabó pensando que la estatua se había roto por causas desconocidas. Por suerte, gracias a los tratados antiguos sobre cosas muy grandes hemos conocido la verdad y ahora podemos honrar a Ozymandias como se merece.

Número nueve: escopetas con postas de oro

Aunque hasta hace poco se creía que las escopetas de combate no habían sido inventadas hasta tiempos recientes, se sabe que los antiguos egipcios no solo ya las usaban, sino que eran una de las armas más extendidas entre las tropas de infantería de la época. A fin de reducir costes, las postas o metralla de los cartuchos de dichas armas estaban fabricadas con el metal más fácil más conseguir en el imperio más pimp del mundo antiguo: el oro. Dicha munición no solo podía abatir a dos enemigos de un disparo si estaban lo bastante juntos sino que además deslumbraban a todos los enemigos próximos con el lujo, haciéndolas tremendamente efectivas. Se sospecha que son la causa de que hoy en día en Egipto hay más oro que arena.

Número diez: el lanzacobras de Cleopatra

Si bien Cleopatra VII es mundialmente conocida y asociada con el Antiguo Egipto, por razones que escapan a nuestro entendimiento no es igualmente famosa su arma de defensa personal: el lanzacobras 5000. Con una munición de hasta 50 cobras adultas almacenadas en leche de burra en una mochila que Cleopatra nunca se quitaba y un cañón capaz de dispararlas a una distancia máxima de 50 metros, el lanzacobras 5000 resultó ser una de las armas de fuego más efectivas de la antigüedad, más incluso que las escopetas con postas de oro, destinadas a los soldados. Sin embargo, esta letal arma no fue de utilidad para detener a las tropas de César Augusto, pues este se aseguró de mandar a su facción de hombres serpiente a la batalla contra los hombres de Cleopatra. Ante esta humillante derrota, Cleopatra se prendió fuego a sí misma y a sus serpientes, y cuenta la leyenda que la nube de humo salido de esta combustión tenía forma de unicornio volando en ala delta sobre explosiones e hipopótamos flamígeros.

Número once: dioses cocodrilo

A pesar de que Sobek, el dios con cabeza de cocodrilo, abundan en la mitología egipcia otros dioses que, además de tener cabeza de cocodrilo, también tenían el resto del cuerpo hecho de cocodrilos; de hecho su cabeza era también un cocodrilo completo. Entre estas deidades se cuentan Ultrasobek, Sujarnapsujarpetur, Colmillitos y Cocodriloman: el dios. Dada la inmensa capacidad de mordida de tales deidades, quien quiera que se dedique a decidir este tipo de cosas, les concedió un puesto de honor en el ranking de las deidades más peligrosas conocidas y se considera que su culto, de existir hoy en día, sería más brutal que la fiebre amarilla.

Número doce: las plagas bíblicas

Es probable que conozcas las diez plagas bíblicas que azotaron egipto, pero, ¿sabías que son fenómenos que sucedían con relativa frecuencia allí? Los antiguos egipcios estaban relativamente acostumbrados a la presencia de la sangre (de ahí que bañaran en ella sus pirámides, como ya comentamos) porque el agua se convertía en sangre una vez cada dos o tres semanas, las invasiones de langostas y ranas se sucedían y se destruian mutuamente como mínimo una vez al mes, y los tejados de las casas eran especialmente fuertes para resistir las constantes tormentas de granizo y fuego. Además, los antiguos egipcios odiaban a sus primogénitos; consideraban que con el primer hijo siempre se cometen errores de padre novicio así que normalmente lo mataban al nacer y se ponían con el siguiente, y en muchos casos ni siquiera esperaban a eso y abortaban a las pocas semanas.

Número trece: El Horus

Horus, uno de los principales dioses del panteón egipcio, también se dedicaba a practicar la lucha libre mexicana bajo el sutil alias de El Horus. Imaginaos a un tipo musculoso de dos metros subiendo a un ring, pero la cabeza de ese tipo es de halcón y grita como lo hacen las rapaces cuando ven una presa al micrófono. Las leyendas dicen que fue imbatible durante siglos hasta que al fin decidió retirarse para dedicarse completamente a sus funciones como superfaraón. Los más atrevidos incluso dicen que él mismo inventó la lucha libre, pero esto es poco probable teniendo en cuenta los bajo relieves de Teotihuacán que revelan que el deporte se practicaba en Mesoamérica desde antes del nacimiento del dios halcón. Hoy en día aún se celebra en honor de El Horus y su poco ortodoxo estilo de lucha el día de los picotazos en la entrepierna.

Número catorce: Roboapofis contra Mega-Ra

Según la mitología egipcia, al final de cada día Ra, dios del sol, combatía contra su enemigo mortal, Apofis, la personificación del caos (o bueno, no personificación porque era una serpiente). Con el paso del tiempo los conflictos fueron creciendo en relevancia, y el estruendo que producían sus batallas al caer la noche era cada vez mayor (es probable que el estrés causado por estas escaramuzas fuese lo que llevó al pueblo egipcio a asesinar cruelmente a sus primogénitos). Con el paso del tiempo, ambos contendientes empezaron a usar implantes robóticos para mejorar sus posibilidades de éxito, a pesar de que ambos estaban condenados a empatar todos los días. Llegados a cierto punto, los egipcios dejaron de llamarlos Ra y Apofis y empezaron a usar los nombres de Mega-Ra y Roboapofis, pues ambos eran ahora completamente mecánicos. Su poder siguió creciendo exponencialmente hasta alcanzar cotas comparables con Dragon Ball, y, según cuenta la leyenda, este es el verdadero motivo del colapso del Imperio Egipcio; llegando algunos eruditos incluso a atreverse a comentar que fue el choque de los rayos de energía de ambas entidades lo que acabó con todo.

Número quince: caballería de esfinges

Esas grandes estatuas que podemos ver hoy en día por doquier en Egipto, de las cuales la de Gizah es probablemente la más famosa, no son en absoluto un elemento decorativo o artístico. En el Antiguo Egitpo, eran usadas como montura de guerra y venían en versión león o en versión caernero para embestir. En efecto la enorme esfinge de Gizah fue en su día la montura con la que un solo señor se dirigía a la batalla; suponemos que para compensar por su pequeña estatura. Estas monturas pétreas eran activadas mediante palos propulsados por el Nilo, lo que hacía que probablemente alcanzaran velocidades de vértigo y pudieran lanzar rayos láser por los ojos como en una peli japonesa cutre de monstruos arrasando ciudades. De hecho, esa era precisamente la función de las esfinges más grandes por lo que se sospecha que son los primeros kaijus artificiales jamás creados. Mega-Ra y Roboapofis no cuentan porque se crearon a sí mismos y son dioses.

Esperamos que todas estas razones entre las muchas otras posibles hayan servido para que tengas argumentos con los que defender que Egipto es en efecto donde está la acción cuando discutas con amigos, familiares o extraños de la calle que tengan cara de no saberlo.

No dudéis en mandar cualquier otra duda a Monifate usando nuestro formulario y la responderemos a la mayor prontitud y con exactitud infalible. Hasta pronto.

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