Empleos del futuro – 7

Tras una larga ausencia, hoy presentamos en empleos del futuro al:

Vigilante de promesas

El trabajo de vigilante de promesas ha sido uno nacido recientemente como una especialización del oficio de los detectives privados para casos en los que se debe observar si una promesa se cumple adecuadamente o no, así como de aplicar la penalización adecuada en caso de que no se cumpla.

En principio los vigilantes de promesas se escindieron de los detectives privados para especializarse en una función mucho más concreta que la que tienen actualmente: ser vigilantes de votos matrimoniales, sirviendo de este modo como oteadores contratados por uno de los miembros del matrimonio para asegurarse de que el otro cumplía adecuadamente con lo que había prometido durante su ceremonia matrimonial.

Los vigilantes de votos tenían el derecho y el deber de multar al individuo vigilado si se podía demostrar que echaba una mirada lasciva a alguien ajeno a su matrimonio, meterlo en prisión preventiva si había mentido a su cónyuge sobre con quién iba a quedar una noche o disparar a matar si lo encontraba manteniendo relaciones sexuales extramatrimoniales (tanto a él como a su amante). Debido al elevado éxito y fama de los vigilantes de votos, estos acabaron admitiendo trabajos que cada vez se alejaban más del cumplimiento de los votos matrimoniales, y a día de hoy trabajan con cualquier tipo de promesa.

Este cambio de funcionalidades ha dado por otra parte lugar a un cambio de clientela, siendo cada vez más comunes los grupos de personas que los contratan por cosas como «Pégale un tiro en la nuca al que no se presente en la reunión del mes que viene» o «Si me pillas fumando, arráncame las piernas». También se pueden optar por formas más baratas de penalización por incumplimiento de promesas, como arrearle al incumplidor con un látigo en llamas o someterlo a escarnio público.

Así, la clientela de los vigilantes de promesas suele ser bastante abundante, su trabajo no suele ser muy complicado y está bien pagado. Sin embargo, el oficio tiene varios contras, como el hecho de que en ocasiones es el propio cliente el que incumple la promesa y no paga o las abundantes denuncias por acoso y tortura.

Aparte, su carácter agresivo (así como sus métodos poco ortodoxos) hace que esta profesión sea severamente castigada en varios países; en tres de los cuales con fuerte tortura, posterior ejecución y, de ser posible, resurrección y dos ciclos más de tortura y ejecución.

Estas vicisitudes y su carácter «no completamente legal» son por otra parte lo que mantiene un flujo continuo de clientes, de los cuales se puede sacar un buen pico en muchas ocasiones. Desde luego no es una profesión apta para todo el mundo, sobre todo aquellos con escrúpulos o sin entrenamiento en infligir fuertes daños sin resultar dañados, pero es sin duda un oficio interesante y que creemos que estará en auge en el futuro.

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