Saludos, monifáticos y monifáticas. Hoy vamos a exponeros otra de las verdades que el gobierno profundo no quiere que sepáis.
Belcebú, el demonio que forma parte de los siete príncipes del infierno, es el padre de todos los yorkis. La gente sospecha de los caniches porque se codean con las élites, tienen peinados raros y tienden al vampirismo, y hay algo de razón en ello, pero los yorkshire terrier son el verdadero problema: la raza demoníaca superior en lo que se refiere a cánidos.
Belcebú, el mismísimo Señor de las Moscas, no solo creó los yorkis, sino que se asegura de engendrar personalmente a cada uno de ellos. Cada vez que una pareja de yorkis cópula —es decir, tiene lugar su congreso carnal—, se produce un misterio por el cual el príncipe demoníaco reemplaza la semilla del macho con la suya propia, haciendo así que todos los yorkis sean al mismo tiempo hijos del satanismo y el incesto. La razón de que existan yorkis machos es solo para ser vehículos de la potestad engendradora de su padre oscuro, mantener las apariencias hacia la sociedad general y mantener el pedigrí y su presencia en concursos caninos, una de las instituciones de la sociedad actual más infiltradas por los satanistas.
Por supuesto la raza fue creada para extender el caos y la confusión en la tierra; un pilar invisible pero fundamental de su misión de crear destrucción por medio de tiranos, extender la adoración de los demonios e incitar a los sacerdotes a la lujuria. Para esto, el Amo del Rencor encontró adecuada la raza aún en sus orígenes en el siglo XIX y fue su padre fundador, Huddersfield Ben, el primero en recibir el misterio y convertirse en progenitor putativo de lo que sería una hueste del horror. Es probable que antes los can de Yorkshire ya se reunieran (como otros) en aquelarres secretos para asegurarse las caricias y las chucherías de los demonios, pero la unión de perro y diablo fue un paso decisivo en el desarrollo de la raza.
Por eso no pueden ocultar rasgos demoníacos, como el hecho de que sus bocas están conectadas con el trasero de Satanás. Todo queda en familia después de todo. Sus incesantes ladridos son los pedos del Maligno, como se ve también en el mal olor que emana de sus fauces. Además, es esperable que sean una raza pequeña, así más propicias para Belcebú, príncipe de las alimañas, que los formó para que su hermandad compartida con las ratas fuera inconfundible. O se puede ver cómo se huelen, entrando en comunión oscura y comprobando que la lealtad del otro a su padre oscuro Belcebú permanece firme por medio de sus saludos y señas secretos.
Y a pesar de eso la raza se ha extendido y prosperado gracias a que los servidores del Infierno en los medios no dejan de blanquear sus afrentas contra todo lo que es bueno y puro. Su mayor victoria fue convertir a la famosa criminal de guerra de la Segunda Guerra Mundial Smoky en un ídolo de masas que catapultó la fama de la raza a cotas nunca antes vistas.
Desde entonces la situación no ha hecho más que ir a peor: estas ratas sobrecrecidas infestan nuestras calles mientras pasean a sus humanos haciéndose pasar por simpáticas mascotas, acosan a los ciudadanos de bien con sus ladridos, husmean en nuestros asuntos, usan concursos de belleza canina como tapaderas para horribles rituales a su propio ego y la mayor gloria de Satanás, y se bañan con champú canino fabricado con fluidos de recién nacidos.
Es por eso que si el gobierno profundo está dominado por los satanistas, es necesario que la sociedad civil responda formando YAKs: Yorkie Abhorrence Kommittees locales para localizar a todos los yorkis de la zona, capturarlos y ponerlos a buen recaudo en centros especializados donde no puedan hacer daño a nadie. No es demasiado tarde: organízate con tus vecinos y amigos para combatir el satanismo y los perros chicos. Las futuras generaciones cuentan contigo.
Y esto es todo por hoy, si queréis saber más sobre razas de perro que claramente son malignas, no dudéis en mandarnos hatemail a los comentarios de la entrada o en meteros en nuestro Twitter, mandarnos un correo y meteros en Discordo a dar por saco. ¡Hasta la próxima!